Queridos lectores:
Me despido de nuevo de Nan y en metro cruzo medio Pekín (25.10.12). Al final me ha sobrado un montón de tiempo, pero el aeropuerto es moderno y me entretengo sin problemas. Salgo con dos pasaportes: el viejo, truncado pero aún con el visado de la China y el nuevo, inmaculado. El vuelo hace escala en Shenyang, qué se le va a hacer, pero finalmente llego a Taipei sin novedad. Entro sin visado y con sólo el pasaporte nuevo, ¡viva el S. XXI! Un autobús al centro de la ciudad, un paseo por los alrededores de la estación para cenar algo, y en metro a la cita con mi anfitriona, Jasmine, que hoy sale tarde porque tiene clase de cocina occidental.
Al pie del avión a Taiwán.
La estación central de Taipei.
La plaza de la estación.
Y alrededores, con ciclomotores a docenas.
Jasmine me recoge a la salida del metro y caminamos hasta su casa, donde charlamos un buen rato antes de ir a dormir. Cuando me levanto, ya se ha marchado a su trabajo de programadora en la empresa municipal de transportes de Taipei. Miro por la ventana y la vegetación de las colinas del barrio acredita que estamos en el trópico. Hace bastante calor, mientras que en Pekín había ya que abrigarse.
Cruzo Taipei en metro hasta el norte para visitar Guandu, donde está el templo más antiguo de la ciudad y una marisma protegida que se supone abundante en aves (26.10.12). El templo es muy vistoso por los colores con que está decorado y la profusión de tallas. Un túnel atraviesa la ladera sobre la que se asienta, y proporciona buenas vistas de los ríos Tamsui y Keelung, que confluyen aquí, desde el otro lado.
El templo de Guandun.
El río Keelung.
Alquilo una bicicleta para recorrer la marisma. Es un manglar no muy grande y otras tierras recuperadas hace unos cuantos años. No hay muchos pájaros, tan sólo algunas garzas e íbises, y tímidos cangrejos violinistas que apenas se alejan de sus agujeros en el limo. Completo el recorrido y me obsequio con un descanso en un chiringuito. Me relajo en un cómodo sillón, con un refresco, y me recuerdo a mí mismo que estoy de vacaciones. Hacer turismo o viajar, como se prefiera, es una ocupación cansada. Esto que puede parecer una frivolidad mía, es una gran verdad a la que a veces conviene oponer la consciencia de que un viaje es un viaje, y no un plan de producción quinquenal. Justificado el asueto, acabo el paseo, devuelvo la bicicleta y me voy para el centro.
Carrera de cangrejos violinistas.
El río Tamsui.
Ibises.
El manglar.
El metro tiene muchos tramos elevados que permiten ver la ciudad. La vegetación tropical es lo más característico. Por el resto, Taipei está a medio camino entre la China y Corea del Sur. Si el grado de sofisticación de un país se mide por la longitud de las pestañas postizas de sus chicas, Japón va a la cabeza, Corea le sigue de cerca y algo más rezagada va Taiwán. Europa andaría entre Corea y Japón para según qué cosas (sin medir pestañas). Todo lo que veo parece confirmar este baremo. Los taiwaneses tienen mejores modales que sus compatriotas continentales: hacen cola, se disculpan cuando tropiezan con uno, saludan respetuosamente y se les ve mejor arreglados; pero salvo por el centro, moderno e impersonal como en casi cualquier otra gran ciudad del mundo, la diferencia con Japón y Corea es obvia.
Legalmente Taiwan es parte de la China, de la que nunca se ha declarado independiente aunque sus habitantes se consideren taiwaneses y no chinos, y acuñen moneda propia. Esto da lugar a cosas chocantes como que, estando protegida por los Estados Unidos de América, Taiwán carezca de identitad propia ante la Organización de las Naciones Unidas, donde sus intereses se suponen representados por la China. Chinos y taiwaneses pueden viajar entre ambos países. Los primeros necesitan un permiso especial que, según la región de provenencia, puede implicar la obligación de viajar en grupo, pero hay un montón de turistas chinos por todo el país. El idioma es una variedad dialectal de una lengua china. Más: el norte de Formosa, la isla hermosa de sus "descubridores" portugueses, fue brevemente español a comienzos del S. XVII, pero salvo en los libros, no queda rastro de ello.
Me dirijo al rascacielos Taipei 101, el más alto de Asia en más de una categoría, etc. Altísimo. Hay una cola considerable y llego arriba ya en el ocaso. Aguardo un poco para ver las luces nocturnas. Taipei no es Tokio ni Seúl, pero no anda mal surtida. Al bajar, en la cola del ascensor (el más rápido del mundo según el libro de las tonterías) es fácil distinguir a los turistas chinos: se intentan colar o empujan sin disimulo; cruzo algún comentario socarrón con otros turistas occidentales. Paseo entre los centros comerciales y reparo en algo que tenía medio olvidado: ¡cines! Jasmine está ocupada hasta más tarde, pregunto y son en versión original. Perfecto: mi primera sesión de cine comercial (la de Tel Aviv con Itay era de cortometrajes de estudiantes) en siete meses. Me siento como un paleto en su primer día en la ciudad. Me encantó eso del cine, qué divertido y ¿no se me olvida algo?, ¡pero si yo trabajo en esa misma industria!
Taipei 101 de día.
El contrapeso que equilibra el rascacielos en caso de viento,
un montón de toneladas en lo más alto.
Taipei 101 de noche.
Ya en casa charlé mucho con Jasmine. Sobre sus experiencias alojando visitantes, unas buenas y otras menos, y sobre las diferencias entre taiwaneses y chinos. Los taiwaneses, más modernos y bajo un régimen democrático (tras la dictadura de Chiang Kai Chek y seguidores) se consideran distintos y ven a los chinos continentales con cierta condescendencia, además de vivir bajo el riesgo real de que les invadan en cualquier momento, como bien se encarga Pekín de recordarles. A Jasmine le parece que incluso la torre Taipei 101 podría ser un buen blanco. Además, ¿a quién se le ocurre construir un rascacielos así en una isla de terremotos y tifones? Como en Shanghai con Cecilia, me quedo solo con mi gusto por los rascacielos. No se trata de que sean útiles, digo, son un mero alarde, como tantos otros monumentos a través de las épocas.
Jasmine estudia español y se pelea, como todos los chinos, con la erre: intento enseñarle, pero no hay manera. Por lo demás, su pronunciación es muy buena y en estos días le ayudo con las lecciones y a practicar lo poquito que sabe. Además toma clases de cocina y, hasta hace poco, de piano. No se puede decir que le falte inquietud por aprender cosas nuevas.
Las corridas de toros explicadas a los taiwaneses.
Al día siguiente me acerco a ver el Museo de Palacio (27.10.12). En el autobús, una turista se identifica como japonesa cuando le pregunto. Simplemente he evocado Japón por un momento y me ha gustado. El museo está abarrotado y hay que seguir un orden estricto que en las primeras salas, hasta que consigo escapar de los grupos guiados, es un tanto agobiante. La colección es muy buena, de las mejores de la China entera, traída por Chiang Kai Shek y los suyos cuando se retiraban. En particular me impresiona una pintura repetida a menudo en la tradición china, llamada "En el río por el festival de Qingming". Son once metros de obra en la que se describe la vida cotidiana con el río como ilación, y de la que va rotando la versión que se expone. Otros dibujos son también fascinantes, como los de insectos que a lo largo de varios metros de papel hizo otro artista para cambiárselos a un poeta por una de sus obras. Creo que a Valentina esto le parecería el colmo del romanticismo chino.
Lamentablemente, en todas partes cuecen habas.
Fragmento de "Junto al río por el festival de Qingmin".
Del museo me acerco al Memorial de Chiang Kai Shek, un edificio grandote en medio de un parque, flanqueado por el auditorio nacional y el teatro nacional. Como en la China continental, el parque bulle de actividad: gente bailando, cantando, muchos grupos de jóvenes practicando coreografías de todo tipo, fotógrafos con potentes teleobjetivos, o paseantes sin más. El mausoleo contiene algunos objetos del Sr. Chek, incluyendo dos limusinas y una gran estatua suya custodiada por dos soldados que, literalmente, ni pestañean. De hecho un edecán se pasea del uno al otro con un pañuelo para secarles las gotas de sudor y asegurarse de que reluzcan.
El memorial de Chiang Kai Shek.
Fijaos atentamente.
Martinete.
La ópera a la izquierda.
La fiesta del orgullo homosexual.
El barrio de Ximending
En el parque nacional de Yangmingshan.
Jasmine con D. Sun Yat Se y señora.
Sun Yat Se.
Si os habéis fijado, os recordará a alguien.
Bailando junto al memorial.
Nunca he preparado una tortilla de patatas aunque he ayudado a Rocío, que las hace insuperables, un montón de veces. La llamo por internet y le consulto las directrices. Perfecto. Todo va aceptablemente bien hasta que toca voltear la tortilla. Esta ha decidido quedarse a vivir pegada al fondo de la sartén y no hay forma de sacarla de allí. El experimento acaba en fracaso total. No nos faltan otras cosas que comer y tenemos el vino para consolarnos, si no fuera porque Jasmine metió el tapón muy adentro y no tiene sacacorchos. Me presta una navaja para intentar romperlo y, como era de esperar, me corto en el dedo sin que el corcho se haya movido. Ya no tengo ni hambre. Jasmine, a la que me cuesta imaginar alterada, sale al quite rápidamente: ¿qué tal un poco de música?
Aunque como ella misma me avisa, su técnica es aún incipiente, Jasmine toca con buen gusto (crecí escuchando tocar el piano a mi madre y a mi hermano Carlos). Ambos disfrutamos del concierto y acabamos el día con buen sabor de boca.
Jasmine tocando el piano para acabar bien el día.
Abrazos para todos.
Ya decía yo que no recordaba haberte visto cocinar una tortilla (ni ningún otro platillo, ahora que lo pienso) pero doy fe de que cortas el jamón y el fuet mejor que nadie, y qué decir de tu habilidad para hacer colacaos y zampar magdalenas.
ResponderEliminar¡Y chococrispis! ¿Qué películas viste? Ayer vi Skyfall y me acordé de ti porque sale Shanghai. Ya te creías que era por tu parecido con James Bond ¿eh?
ResponderEliminarBesos.
Qué desastre tortilloman! Muy mal, espero que Rocío te reconvenga como es debido. Me imagino la escena. Habría que verte con el dedo sangrando, la lengua media fuera entre los dientes (sí, lo sigues haciendo) y la pobre Jasmine pensando que solo el piano podría calmarte. Jajajjaa. Molt bonic!
ResponderEliminarEso, eso, cuéntanos qué películas viste, que no has dicho nada, todo el día de orgullo en orgullo gay pero no nos informas de las pelis.
Y qué más? Ah sí, que no veo el parecido, dudaba entre marcelino champañat y el abuelo pepe, pero me temo que no es ninguno de los dos.