martes, 13 de noviembre de 2012

XXIII. Taiwán (y iii).

Queridos lectores:

En el hotel en el que me alojé prestaban bicicletas, así que me di una vuelta por la ciudad mojada antes de coger el tren a Taipei (02.11.12). Tras un par de horas de arduo peladeo enfundado en un impermeable de plástico, me convencí de que Kaohsiung, la segunda ciudad del país, es la más fea que he visto en siete meses de viaje. Se desarrolló deprisa y es el principal puerto del país, pero carece de atractivos para el turista. Baste decir que lo mejor es, sin duda, la estación del tren de alta velocidad, muy moderna y práctica.

Lo menos feo de Kaohsiung.

En hora y media llegué a Taipei, sin que esta vez el recorrido ofreciese vistas sobre el mar. Dejé la mochila en la estación y me fuí al encuentro de Jasmine para visitar el mercado nocturno de Shilin, el más grande y tradicional de la ciudad (os recuerdo que anochece muy temprano, a las seis aproximadamente).

En la estación de Taipei.

Los mercados nocturnos son típicos en toda la China y también en Taiwán. Son una mezcla de rastros en los que se vende de todo, puestos de comida y entretenimientos diversos. Originalmente no son para turistas, ni mucho menos (en Luoyang, por ejemplo, los turistas éramos una minoría insignificante), aunque según Jasmine este de Shilin es frecuentado sobre todo por turistas chinos. Además de haber todo tipo de género a la venta, los mercados se peculiarizan por los fuertes olores de la comida, como ya he dicho alguna vez. Son muy intensos, densos y pegajosos. Abunda la fritanga, la comida grasa, las sopas de fideos con cualquier cosa imaginable, a veces pescado, y sobre todo, el tofu apestoso, maloliente, hediondo o todo a la vez (stinky tofu). Me he referido a él en otra ocasión, pero es que, sinceramente, huele asqueroso y hasta a los propios lugareños se lo debe parecer si le han dado ese nombre. Cruzarse con su hedor le amarga a uno el paseo, hay que apretar el paso y huir raudo.

Pinchos de casi todo en Shiling.


Pero también hay comida agradable y muchos puestos de ropa, con falsificaciones de todo lo que uno quiera. De hecho, gran parte de Asia viste ropa de las marcas más caras del mundo, más falsa que una moneda de madera, por descontado. En Shilin también está la panadería favorita de Jasmine, con montones de panes de distintos sabores de los que se ofrecen muestras gratis. La diversión, compartida por un pequeño ejército de curiosos, consiste en hacer la ronda completa y atiborrarse de mendrugos de todos las variedades, cosa que hicimos con delectación y a conciencia.

¡Al rico pincho de morcilla!

Jasmine es inmune al tofu pestilente.

Pestañas postizas o tiempos modernos.

Con el buche lleno de pan decidimos que no teníamos mucho más que hacer en el mercado. Como tenía que recoger la mochila en la estación antes de volver a casa, fuimos a cenar a un restaurante tradicional en las inmediaciones.

Hablamos, entre otras muchas cosas, otra vez sobre la red social de alojamiento y nuestra experiencia en ella. No menciono el nombre de nuevo por no parecer proselitista, pero de verdad funciona de maravilla.  Me remito a estas crónicas para probarlo. Y conste que es la única a la que pertenezco. En la parte negativa los riesgos para los invitados suelen ser que el anfitrión incumpla su palabra y no aparezca nunca (me pasó en Jerusalén y en Tirana), o que el alojamiento sea muy malo (Asán), o simplemente que ambas partes no congenien (Shanghai). Pero por lo general todo el mundo se esfuerza por ser acogedor, muchos le dejan a uno la llave de casa, o de la moto o la bicicleta, por ejemplo. La hospitalidad es un concepto personal que cada uno interpreta a su manera, pero desde luego el afán de los iraníes, preocupados por el bienestar de sus invitados hasta el punto de procurarles compañía y consejo siempre, es sobresaliente. Incluso cuando los intereses comunes escasean, la convivencia suele ser agradable y a menudo deriva claramente en amistad. Con certeza es más importante el trato personal que las condiciones objetivas de alojamiento. No todo el mundo vive en un palacio y cada cual ofrece lo que puede, a menudo un simple sofá (también hay quien tiene habitación de invitados), pero si la relación es buena, lo demás pasa rápidamente a segundo plano. Personalmente me siento muy afortunado y creo que puedo llamar amiga, con entera confianza, a buena parte de la gente con la que he coincidido hasta ahora, que ha sido mucha y muy buena.

Para los anfitriones, los riesgos suelen ser los mismos de falta de afinidad o de modales en los invitados. Hay mucho gorrón suelto, claro. A veces son estudiantes o gente que viaja sin medios y que confunde generosidad con alojamiento gratis. O incluso con manutención gratis. Y encima con exigencias, como algún anfitrión me contaba. Me parece inconcebible insultar de esa manera a quien le cobija a uno gratis et amore. Ningún anfitrión pide nada a cambio que no sea simplemente educación, aunque se pueda tener a veces un detalle y traer algo para comer, por ejemplo, o un pequeño obsequio. Alguien me contó que al volver a su casa se encontró con que el invitado había organizado una fiesta por todo lo alto sin pedirle permiso. O de quien permanece semanas enteras instalado exigiendo comida (hay quienes viajan constantemente quedándose donde pueden tanto tiempo como les dejen, sin más).

Tanto si son invitadas como si son anfitrionas, el mayor riesgo para las mujeres proviene de hombres solos que intentan aprovechar la situación. He oído sólo una historia que acabase realmente mal, pero varias en las que alguna chica pasó la noche en blanco encerrada en la habitación. Por supuesto que a los responsables, incluso si no ha mediado delito, se les da de baja de la red social tan pronto se tiene conocimiento del caso. Pero como digo, en general la red funciona muy bien, y es un alegría que le esperen a uno en los sitios más remotos. Y más alegría aún da volver tras algún tiempo a encontrarse con quienes ya son amigos, sea de nuevo en su casa, sea para compartir algún rato nuevo, como fue el caso con Marius, Majid, Ryan, Serge y Anastasia, Yumiko, Nan y la propia Jasmine.

A la mañana siguiente Jasmine me quiso despedir con una pizza casera para desayunar (ya me voy acostumbrando a empezar el día con lo que sea; 02.11.12). Porque es muy amable, y/o porque había comprobado en sus propias carnes mi torpeza en la cocina, no me dejó ayudarla, así que me entretuve en mis asuntos, me zampé la pizza (ya había avanzado la mañana), y me despedí muy agradecido, pues ese mediodía volaba a mi siguiente destino, la tercera versión sucesiva de un mismo país: la China.

La pizza de Jasmine, mucho mejor que mi tortilla de patatas.

Abrazos para todos.
 


3 comentarios:

  1. Ya veo que al final los iraníes van a ganar el premio de hospitalidad. Lástima que fuera no conozcamos bien a los nacionales de los diferentes países por las torpezas de sus gobiernos y dirigentes...

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  2. Voy a hacer cómo si no hubiera visto nada, porque no sé quién lee estos comentarios.
    Qué chulo, qué pena que no hayas puesto foto de la panadería.
    Os podéis creer que yo no me he enterado aún del nombre de la red que estás usando para encontrar anfitriones majetes? O me he despistado o no has llegado a contarlo nunca.
    Jasmine es una mujer sabia, seguro que no tenía ganas de tocar el piano así tan de mañana.

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  3. Ea, ya me queda menos, mañana salto a Hong Kong y para Laos. Que te mueves mucho!!!!!!!!!

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