viernes, 16 de noviembre de 2012

XXV. Laos (i).

Queridos lectores:

En Hanoi no hice más que cambiar de avión sin salir de la zona de tránsito del aeropuerto (06.11.12). Hace años visité extensamente el país con Rocío, y también una parte de Camboya, por lo que en este viaje decidí saltármelo. Mi destino era en realidad Laos, empezando por Luang Prabang, en el norte.

El último vuelo no tuvo nada reseñable, ni tampoco la llegada a la ciudad. Pasamos todos los turistas el trámite del visado obteniendo uno in situ, y bien organizados en un taxi colectivo con precio fijo para evitar abusos, fuimos al centro de la ciudad, distante unos pocos kilómetros. Después de haber estado últimamente en urbes como Hong Kong, Taipei, Pekín y Shanghai, se me hizo raro el cambio: ambiente rural, pocas luces, pocos coches, muchas motocicletas, tuctucs, casitas bajas, mucha mayor presencia de vegetación y animales domésticos. La gente tiene otro aspecto y se nota que el país es considerablemente más pobre. El descenso en el índice de desarrollo humano es enorme. Luang Prabang se hace muy agradable, pero es obvio que el primer mundo quedó atrás, y ahora toca disfrutar de los encantos de un país poco desarrollado.

Por cinco euros mal contados me instalé en el primer hostal que encontré y, a la escasa luz del pueblo, recorrí los establecimientos de orillas del río Mekong por ver qué se ofrecía. Encontré, entre tantos como había, un hotel estupendo a precios regalados (quedó atrás la carestía de Hong Kong) y me trasladé sin que me apenaran los dineros que se quedaron en el cambio.

Luang Prabang es una pequeña ciudad, patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que se levanta en una península entre el río Mekong y su afluente el Nam Khan. Conserva muchas casas bajas de la época colonial francesa, convertidas ahora en hoteles, restaurantes o agencias de viajes. Es eminentemente turística, pero bella y muy agradable para pasear y relajarse junto al río. Lo que pierde en autenticidad, si es que eso significa aún algo para alguien en alguna parte, lo gana en comodidad. Aquí pensaba pasar algunos días visitando los alrededores.

Bienvenida con cerveza local.


Cené algo en una terraza junto al río, me acomodé en la habitación y me alegré íntimamente de haber pasado ya del Lejano Oriente al Sudeste Asiático. Empieza un nuevo capítulo del viaje.

Abrazos para todos.

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