lunes, 18 de marzo de 2013

XXXII. Filipinas (iii).

Queridos lectores:

Todas las agencias de El Nido ofrecen las mismas cuatro excursiones en barco, denominadas, de forma práctica pero sin mucha imaginación, A, B, C y D (27.01.13). Por ser la que navega por aguas más tranquilas cuando aún soplaba algo de viento, hice la A.

La costa cercana a El Nido está sembrada de islas e islotes, calas, playas ocultas tras estrechas bocanas naturales, acantilados horadados por la erosión, pináculos pétreos y fondos coralinos de aguas claras. Cada una de las excursiones recorre varias islas, deteníéndose para comer en una, en otra para bucear, en otra más para nadar entre los arrecifes hasta alguna playa inaccesible en barco, en otra aún para reconocer una laguna rodeada de cantiles, etc.

Ibamos un grupo muy heterogéneo de turistas a bordo pero, bien avenidos, pasamos el día agradablemente, corriendo pequeñas aventuras por los islotes para descubrir rincones bellisimos. A veces sorteábamos en barco, por los pelos, bajíos que cerraban la entrada de algún canal entre altas peñas. Otras teníamos que nadar o caminar en dos palmos de agua sobre rocas o corales lacerantes (imprescindible ir calzados) para trasponer alguna rompiente y alcanzar una caleta recóndita. O nos perdíamos nadando, cada cual a su aire, por laberintos del mar entre las altas paredes de los acantilados.





Frenesí fotográfico a bordo.







El Nido desde el mar.

Entre los viajeros iba una señora francesa acompañada de su hijo. Según me explicó, ella se ocupaba de los alojamientos, mientras que él se hacía cargo de las actividades diarias. Buen arreglo que me produjo envidia por el descanso de no tener que ocuparse uno solo de todo siempre y, sobre todo, añoranza por mi compañera.


La excursión duró la mayor parte del día, por lo que a mi regreso sólo me quedaba cumplir los últimos deberes del turista: pasear un poco, cenar algo, mirar el correo, hablar con casa y disfrutar de la molicie, que no otra cosa tenía que hacer en El Nido.

El afán de proximidad al mar es tanto que la terraza del restaurante donde cené, sobre la arena de la playa, se inundaría de no ser por un apurado escalón artificial contra el que batían las olas. Probablemente los empresarios locales tengan de vez en cuando razones para lamentar no haber dejado más distancia al agua.


En mi eterna lucha entre quedarme más tiempo en los sitios y salir disparado por no dejar de ver otros nuevos, me había impuesto tres días completos en El Nido, y de ellos uno, el de enmedio, sin ninguna actividad programada (28.01.13). Pensé en alquilar una motocicleta y acercarme a visitar a Bettina y su marido, pero eso hubiera transgredido mi prohibición sabática. A cambio, me instalé en la terraza de un buen café, con vistas sobre la bahía, escribí, leí algo ligero, pasé la mañana sin ninguna preocupación ni pensamiento que no fuera disfrutar del momento. Como excepciones a este orden del día, antes me cambié de hotel a otro más cómodo y me acerqué a la estafeta de correos a enviar unas postales.

Una de las dos calles turísticas de El Nido.


Cruce de la otra calle principal.

La estafeta de correos.

Pasadas algunas horas invité a conversar en mi mesa a una turista que claramente estaba siguiendo las mismas pautas en la de al lado. Jecyln, que así se llama, es del norte de China, abogada y muy inteligente, como hizo patente sin necesidad de proponérselo en el curso de nuestra charla. Había venido de vacaciones con algunos amigos (que habían preferido hacer otra excursión) antes de emprender los estudios de postgrado de Derecho.

Jecyln ha viajado por Europa y también ha visto la versión capitalista (confesa) de su país en Hong Kong. Me explicó que el Derecho mercantil chino está basado en el alemán, normalizado pues con las normas internacionales, y que, en general, en su país se tiende a aumentar el rigor legal en los negocios. Concluía que hoy día no hay más diferencias entre el capitalismo y el comunismo que las teóricas, ya hueras, y los jóvenes como ella no se sienten vinculados en absoluto a la herencia de Mao Zedong. El culto a su personalidad persiste sólo en las instancias oficiales y, probablemente, en algunos ámbitos rurales. En este tiempo en la China se había elegido nuevo gobierno y muchos, como Jecyln, albergan la esperanza de que, cada vez más, Derecho y política oficial se vayan separando en aras del progreso. La libertad de expresión va ganando espacio y ya pueden criticarse, como es opinión unánime en las facultades de Derecho, instituciones bárbaras como la pena de muerte, sobre la que también en estos tiempos se debate en la China.

Después de esta interesantísima conversación con Jecyln, que demostró mucha perspicacia y una muy buena formación, salí a pasear, pero hube de cambiar los planes nada más poner el pie en la calle. En la esquina, tres hombres jugaban al ajedrez alternándose. Pedí turno y me fue concedido. Eran muy malejos y no me costó ganarle dos partidas al más fuerte de ellos, pero el vicio es el vicio, y no sé pasar ante un tablero sin detenerme.


Con Jecyln.
 
Calmando el vicio.


Por una vez me mostré disciplinado conmigo mismo y cumplí a conciencia los deberes que me había impuesto. Sosiego y mucha calma para un tranquilo día de vacaciones. Ni más, ni menos.

Abrazos para todos.

5 comentarios:

  1. Amigo Fernando, desde aquí (debe de ser por la distancia y mi miopía) se te ve siempre de vacaciones. :-)

    Por cierto, en esos hoteles de lujo para turistas con pasta, ¿necesitan algún informático?

    Un fuerte abrazo

    Fran

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  2. Bien hecho, un poco de relax siempre viene bien. Y la mariscada que nos comimos ayer con tu mujer para celebrar mi cumple, je je. Qué poco te quedaaaaaa... Besos.

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  3. Bueno, por fin una etapa nueva...

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  4. D. Fernando!!

    Por fin te he cogido, ya me he puesto al día de todos tus relatos y esperando mas.
    Paradisíaco El Nido, pero me quedo con Borneo, ¡¡Que pasada!!.
    Un abrazo,
    Oss

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  5. Jjejje, por lo lírico de los comentarios del paseo en barco se conoce que lo disfrutaste. Qué poesía náutica, qué oratoria submarina, qué retórica naviera. Jajjaja. Me parto. Muy bonico todo.

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