martes, 5 de febrero de 2013

XXX. Singapur (i).

Queridos lectores:

Del aeropuerto hasta la estación de metro en la que había de reunirme con Sue, mi anfitriona, tardé una hora entera (26.12.12). El contraste entre Myanmar (130º en el Indice de Desarrollo Humano de la ONU) y Singapur (25º) es equiparable al que experimenté entre Mongolia (115º) y Corea del Sur (28º). Singapur es, con mucho, el estado más desarrollado (en términos materiales, no espirituales ...) de la región. Limpísimo, ordenadísimo, organizadísimo, y retrogradísimo en muchas de sus leyes. Hasta los lugareños hacen el chiste de que es una ciudad estupenda, o una ciudad de multas (a fine city), porque muchísimas cosas están prohibidas y sancionadas con exageración.

Sue me estaba esperando con algo de compra. Para cuando llegamos a su casa atardecía: tan próximos al ecuador, noche y día tienen prácticamente la misma duración, y ya a las seis de la tarde hay que encender la luz.

Sue vive en un bloque de pisos de protección oficial. Son viejos según los cánones locales, unos veinticinco años, pero están muy cuidados. Cada quinquenio los pintan, tienen grandes patios con zonas verdes y juegos infantiles, cubos de basura para reciclar por separado y próximamente les van a instalar ascensores nuevos. Quedo impresionado cuando Sue afirma que este es el tipo de casa más humilde de la polis. Su apartamento es muy acogedor y alegre. Como ya es de noche, nos quedamos charlando hasta que Sue ha de salir a una cena con antiguos compañeros del colegio. Por mi parte, me fui a pasear por el parque vecino y me acerqué luego a cenar a un centro comercial un poco más allá, tan impersonal y frío como cualquier otro. También tan limpio y bien surtido como cualquier otro. Pero antes conversamos largo y tendido.

Sue tiene ascendencia china y habla mandarín, aunque el idioma común y oficial en Singapur es el inglés, que habla también como lengua vernácula, con un acento cantarín muy característico que no me desagrada. Pero ante todo es singapureña, no china, y no tiene problemas personales al respecto. Es profesora de matemáticas y acaba de aceptar un puesto como subdirectora en un colegio internacional en Mandalay, Myanmar, a donde se trasladará a comienzos del año siguiente. Y es muy divertida. Desde el primer momento hasta el último no deja de hacer payasadas, por lo que por una vez no he de preocuparme de causar mala impresión por mis tonterías: estamos en la misma onda, y si alguna no hace gracia se pasa rápidamente a la siguiente, sin más.

Según me cuenta, Singapur fue poco menos que expulsada de la federación en que se constituyó Malasia en los años sesenta del S. XX tras la independencia porque, con tan poco territorio y tanta gente (es parecido a Hong Kong), nadie esperaba de ella más que problemas. Los singapureños se esforzaron mucho bajo regímenes autoritarios, anteponiendo siempre el progreso material a otros valores, intentando desarrollar una economía de servicios que supliese sus carencias en los sectores primario y secundario, y lo consiguieron. Hoy es uno de los principales centros financieros y negociales de Asia y uno de los principales puertos comerciales del mundo entero.

Por el camino sacrificaron muchas libertades. Las de expresión y reunión, por ejemplo, están aun hoy día muy mermadas. Sólo en la llamada esquina de los oradores (speakers´ corner) se puede opinar con libertad. Las normas penales son severísimas. Se pena con la muerte no pocos delitos, como el comercio de drogas prohibidas, e incluso hay flagelación. Esto no es ninguna broma: aunque los azotes se administran en el trasero y con la ropa puesta, son dolorosísimos y dejan cicatrices de por vida. Caben hasta en la educación, pero sólo para los varones. Las chicas se libran, lo que hace que las rebeldes sean más difíciles de contener. Me pregunto si no es simplemente fallido un sistema formativo en el que la imposibilidad de recurso al castigo físico produce problemas de disciplina.

Le digo que me parece una barbaridad, si no estuviera aqui como simple turista me subiría por las paredes y me comería los puños. Sue lo entiende y arguye que sus compatriotas han consentido en pagar este precio, e incluso el de tener una democracia muy pasada por agua, pero disfrutan de libertad suficiente para llevar una buena vida según sus propios conceptos.

Las relaciones internacionales del país son delicadas. Su bienestar depende de contemporizar siempre con Malasia, que lo provee de agua potable, por ejemplo, y con el resto de potencias regionales, como la China, pues siendo un centro de negocios no puede indisponerse con nadie. Luego sabré que, además, Singapur tiene uno de los ejércitos más potentes de la zona. Por otra parte, es un destino turístico muy atractivo para chinos e indios y, por supuesto de otros países más cercanos. En gran parte, porque es la mejor oportunidad para muchos en la región (junto con Hong Kong), de experimentar una ciudad "occidental" y desarrollada, sea esto lo que fuere.

Aunque Sue no necesita que nadie venga a calentarle la cabeza, y menos un servidor, le muestro mi admiración por la oportunidad que ha aceptado en Myanmar. Va a contribuir personalmente a la transformación de un país que aspira a salir de las tinieblas solitarias y el subdesarrollo para entrar en el S. XXI con el resto de la comunidad internacional. Sue no es de las que se arrugan fácilmente y auguro que hará una buena labor.

De nuevo en el primer mundo, desalmado pero eficiente.

Sue mirando a la cámara en el salón de su casa.


Vista general del barrio.
 
Hasta siete años a la sombra por murciar en las tiendas.

Tengo por delante un par de días enteros para ver la ciudad. Así acaba la primera jornada.

Abrazos para todos.

4 comentarios:

  1. ¿Sue mirando a la cámara? Ya veo que os llevásteis bien...

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  2. ten cuidado con el aire acondicionado, cuando visité Singapur ya eones ha me pillé un resfriado de cuidado porque allá el aire acondicionado es una especie de estatus symbol, cuanto más fuerte más lujoso y más mejor... Así que una vez salí de un restaurante casi en plan bastoncillo Findus. Asi que abrígate, shiquillo...

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  3. Muy bueno. Murciar, de murcio, y este de ratón en latín (mus, muris), que no de Murcia, que parece venir de myrtea ( o bien por una divinidad romana, o bien por la planta, mirto, también llamada arrayán).
    Este ha sido mi consejo de hoy. Fiu, fiu, benditos seáis!

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