lunes, 22 de octubre de 2012

XXI. Japón (viii).

Queridos lectores:

Había quedado con Akiko para comer al día siguiente (27.09.12), en el cruce de Omote Sando. Pasé pues la mañana relajadamente en el hotel, paseé por las cercanías, y me fui luego para allá.



Desde la ventana del hotel.


El cisne perdido.

El foso imperial.


Akiko llegó puntual y me invitó muy amablemente a un estupendo restaurante con comida típica de su región natal, al norte de Honshu. Nos conocemos de antes porque Akiko representa en el Japón a la misma empresa holandesa para la que trabajan Genéviève, Peter y Said en Budapest, y a la que en el despacho representamos en España desde hace muchos años.

Me pregunta por el monte Fuji, le cuento lo bien que me ha ido y hace votos de subir algún día. Para una corredora de maratones como ella, el Fuji no puede ser más que un paseíto, le aseguro. Akiko acaba de regresar de una reunión general de la empresa en Holanda a la que yo no he asistido, claro. Se celebraban sus primeros veinte años y me ha sabido mal no estar, sobre todo porque cultivo buenas amistades con mucho de su personal. También porque sé por otra reunión anterior que Niels y Robbert, los directores, tiran la casa por la ventana en ocasiones así, todo hay que decirlo.

Akiko y un servidor.




Hablamos de asuntos profesionales: los tiempos están cambiando y a todos nos toca adaptarnos o perecer. Akiko está contenta con la situación aunque trabaja sola y a veces el esfuerzo es muy grande. Intercambiamos pareceres sobre destinos de viaje. Akiko ensalza Nueva Zelanda, donde vivió varios años siendo joven, pero en cuanto acaba la sobremesa Akiko ha de marcharse a una reunión. Nos despedimos cariñosamente y yo sigo paseando por el barrio.

Omote Sando es una de las muchas zonas comerciales de Tokio (prácticamente todas lo son), con muchas tiendas de marcas caras y conocidas de ropa. Caminando llego hasta el celebérrimo cruce de Shibuya. Es una zona también comercial pero más popular y barata, en la que confluyen cuatro calles junto a la estación del tren y del metro: la afluencia de gente, el hecho de que en el Japón se puede cruzar también de manzana a manzana en diagonal y los anuncios luminosos, enormes y estridentes, hacen de este lugar la imagen por antonomasia de la masificación de la capital y su ritmo acelerado.









Me retrato con las chicas que antes me han retratado ante la masa de gente que cruza. Me acomodo en una esquina y disfruto largo y tendido del espectáculo. La gente, de aspecto variopinto, espera en cuatro esquinas a que cambien los semáforos. El tráfico se detiene y por un momento el cruce queda desierto. En unos segundos cuatro ríos de gente avanzan en todas las direcciones posibles, digan lo que digan las rayas de los pasos peatonales. En unos instantes más, la barahúnda es completa y no se ve más que un mar de personas en movimiento. Entre medias, algún turista brinca con aspavientos alegres para destacarse en la fotografía de un amigo. Yo no me muevo. Disfruto. Recuerdo el consejo de Yoya y veo pasar a la gente, sin más. Contemplo absorto el ciclo una vez y otra y otra y otra ...


Es fácil ser japonés.

 Había mucha más gente de la que supe meter en las fotografías.





Hachiko, que fue a esperar a su difunto dueño 
a la estación de Shibuya, a diario, durante once años seguidos.

La gente, como el paisaje de Saramago, no se acaba nunca. Muchos japoneses visten de manera característica. Siempre bien aseados, eso salta a la vista, pero un tanto estrafalarios. La mayoría de las mujeres evita el sol en brazos y piernas, pero como visten de corto los cubren con medias y manguitos oscuros hasta encima del codo o de la rodilla. Entre los hombres abundan los que se tiñen de rubio chillón. Yo me limito a observar hipnotizado. Decido ponerle banda sonora con algo de Bowie a todo volumen en los cascos. Extático con la música, sigo paseando hasta dejar Shibuya atrás.

Visito luego el santuario de Meiji Jingu en un parque cercano. Hay árboles enormes que sobrevivieron a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. También el pórtico tradicional más grande del mundo en la categoría que le corresponde. En el templo uno de los guardas, impelido quizá por mi condición de infiel y por primera vez en el Japón, me aleja del sancta sanctorum con un mal gesto. No se preocupe, llevo ya dos docenas de santuarios y  no echaré este en falta.



Ofrendas de sake.

El pórtico más grande de esto y lo otro.

Meiji Jingu.

Continúo por la calle Takeshita, famosa por sus tiendas para fans de grupos musicales. Entro en la oficial de AKB48, el grupo que más dinero mueve en el Japón, con diferencia. Creado por un conocido productor musical, es un fenómeno social de primera, integrado por casi setenta chicas que van rotando y que actúan simultáneamente repartidas en varias formaciones en el país y en el extranjero. Su imagen y su música están por todas partes. Son tan populares que las entradas para el teatro donde tienen su sede se sortean todos los días.

En la tienda oficial de AKB48.

Voy cerrando el círculo hacia Shibuya. Quiero verlo de noche, me tiene privado y no me defrauda: el gentío es aun mayor que por la tarde. Pero los japoneses son también cultos a la manera clásica, y pronto me topo con una tienda de violines a la que entro por gusto. Tiene también aulas musicales, y con uno de los dependientes me asomo a escuchar un poco.

Entré a ver violines porque me recordaban a alguien.




También de noche hay gente.

Una última sobredosis de Shibuya crossing y con el cerebro lleno de luces de colores, música clásica y moderna y, sobre todo, mucha gente, cojo el metro y me vuelvo al hotel. Callejear en Tokio es sumamente entretenido.

Abrazos para todos.

3 comentarios:

  1. que sepas que en Oxford Circus ya tenemos nuestro propio cruce en diagonal a lo japonés y efectivamente funciona de lo lindo...

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  2. Je je, no sabía que diera tan buenos consejos... Japón me mola.

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  3. Vale, sí, mucha gente, mucho cruce, mucho bowie y todo lo que quieras. Pero cómo ... sabías quiénes eran AKB48??? Seguro que entraste donde los violines para acordarte de alguien y no ahí? Todo muy sospechoso. Esas tardes de invierno en Venturada viendo youtube!!!!!!!!

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