martes, 9 de octubre de 2012

XXI. Japón (iii).

Queridos lectores:

Con la mochila a la espalda y bastante calor, me fui a visitar el castillo de Hiroshima como última parada antes de coger el tren para Kioto (15.09.12). El castillo está en un jardín con foso y fortificaciones, todo reconstruido íntegramente, claro, y desde lo alto se ve un buen panorama de la ciudad. 

 
 El castillo de Hiroshima.

Vistas de Hiroshima desde el castillo.

Rumbo a Kioto, antigua capital y principal ciudad monumental del país, paré en Himeji, que tiene el castillo más bello y mejor conservado. Por desgracia, justo en estos años lo están restaurando de nuevo, algo que descubrí al llegar y que Hiro tampoco sabía u olvidó advertirme.

Aun así, el conjunto de jardines y edificios anejos es ya monumental de por sí. Tanto como el edificio que los japoneses han construido a su alrededor para las reparaciones, que se han de extender un quinquenio entero. De hecho está dotado de ascensores, servicios y otras dependencias propias de una construcción más permanente. Rara vez tiene uno la oportunidad de ver a los restauradores trabajando en un monumento de estas dimensiones, como aquí, a través de grandes ventanales a distintas alturas.

No es un silo para cohetes espaciales, sino el castillo de Himeji.


Los japoneses no escatiman cuando se trata de reparar sus monumentos.

Visité el castillo y sus dependencias, incluyendo algunas muy humildes, dejé Himeji atrás en el tren bala y en un rato me planté en Kioto.

Maravillas del primer mundo: aseos inmaculados por doquier, 
con mandos para satisfacer al más exigente.

La estación de Kioto es uno de los centros de actividad de la ciudad, y en este sábado por la tarde bullía de gente. Había contactado con Yasue para visitar algunos monumentos al día siguiente, por lo que me acerqué al centro de información turística para buscar alojamiento. Imposible. ¿Cómo que imposible? Imposible, pasado mañana, lunes, es fiesta nacional y no hay habitaciones libres en un radio de dos horas alrededor de Kioto; puedes probar en esta agencia de viajes. Probé: por la única habitación libre que localizaron pedían trescientos euros. Un abuso sin más. Salí a la calle a ver qué podía encontrar, pasé por ocho hoteles. Nada. En uno conseguí reservar habitación a precios normales, pero para el día siguiente. Escribi incluso a Francisco, que trabaja para una multinacional japonesa, nunca se sabe, pero ni por esas. Pregunté y pregunté, y averigué que podría pasar la noche en un karaoke de los que abren hasta la madrugada (luego me enteré de que hay cafés de internet con habitáculos en los que puede pasar uno la noche medianamente bien). Escribí veintiocho peticiones de asilo urgentes en la red social. Hice tiempo en los salones de un par de hoteles, y cuando ya desesperado, pasadas las diez y media de la noche, me veía en el karaoke compartiendo con la parroquia grandes éxitos de la canción japonesa de todos los tiempos, se obró el milagro y Zhang me respondió: vente a casa. Leer su mensaje, conseguir un teléfono y llamarle debió ser todo uno. En media hora, taxi limpio y honrado mediante, estaba en la cabina de teléfonos de su calle, y un minuto después de que me recogiera, en su casa.

Salvado in extremis, pero salvado y bien. Ni soy ni me siento viejo, pero igual que en Skopje se me hizo patente que cada edad tiene cosas más propias que otras, en esta mía no me hacía ilusión la aventurilla de pasar la noche quién sabe cómo y dónde.

 Esperando en la puerta trasera de la estaciòn de Kioto.

Zhang está haciendo la tesis doctoral en farmacia en la universidad de Kioto, aunque él es de Harbin, en la China. Su compañero de piso estaba circunstancialmente ausente esta noche, y cuando Zhang volvió a casa y vió mi mensaje, sumamente directo, ni lo pensó: bienvenido.

Zhang es sumamente amable, y en cuanto me hube instalado me invitó a compartir la cena en su habitación. Me explicó que llevaba ya más de un año en Japón, pero que estaba un tanto decepcionado con el carácter de los japoneses. Muy fríos: quedas con ellos una y veinte veces, y a la vigésima el trato es como el de la primera vez, no se reducen las distancias de la amistad. Zhang había desistido de echarse una novia japonesa pese a su buena disposición y algunos escarceos, y también de intimar con amigos japoneses.

No obstante, mi anfitrión lucía muy buen humor y buena conversación. Chino de tercera generación pero con origen coreano, estaba aprendiendo a tocar la guitarra y me explicaba que la vida en la China actual no tiene mucho que envidiar en cuanto a comodidades y bienes de consumo a la de países más desarrollados. Las generaciones de la segunda mitad del S. XX, incluyendo la de sus padres, se sacrificaron muy efectivamente por la prosperidad de las siguientes. Ellos no tuvieron nada y nosotros ahora tenemos de todo. Cuando acabe la tesis regresará a su país, donde el trato entre las personas es más cálido y cercano, según cuenta con sonriente resignación.

Zhang, mi salvador.

Esa noche, cuando alguna vez me desvelaba dando vueltas en la cama, pensaba en la gente sin hogar, maldurmiendo en cualquier sitio no por el gusto de una pequeña aventura, sino por la desgracia de un mal destino. Sé que soy un afortunado y que no debo olvidarlo nunca, pero es bueno que a veces la vida me lo recuerde.

Abrazos para todos.

4 comentarios:

  1. Cuidado con los chorros culeros... Ja ja.

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  2. Nihil obstat....todo limpio, chorreado y seco. Bien!

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  3. Se me adelantaron estos dos porque he estado un día entero sin línea telefónica. Que conste....Un abrazo

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  4. Me uno a tu familia en la celebración de la higiene anal nipona!!! El botón con el símbolo del culete ya de por sí merecía el viaje.
    Añado un brevisimo léxico en japonés de palabras indispensables, fruto de mi convivencia en Londres con varios orientales:
    Itatakimás: buen apetito
    Samui: frío atmosférico, el equivalente de "qué rasca hace hoy!"
    Chinpo: polla. Evitar decir "chin chin" al brindar, es como decir "polla polla", aunque a algunos japoneses eso les divierte mucho. Decir en cambio...
    Campai: chin chin. Después de mucho repetir Campai puedes pasar a...
    Futukayoi: resaca tremenda (con énfasis quejumbroso en el "oi" final)
    Ale, ya puedes sobrevivir por esos lares!
    Abrazos

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