viernes, 1 de junio de 2012

IX. Albania (y ii).

Queridos lectores:

La conducción hacia Durres fue bastante más relajada que el día anterior, y pude ver a mis amigos los patrulleros apostados en el mismo lugar donde me perdonaron la multa. Llegué sin novedad. Una ciudad como cualquier horror de los que abundan en nuestra costa mediterránea: hoteles, apartamentos, restaurantes y bares sin solución de continuidad, en primerísima línea de playa, que se extiende varios kilómetros y que está, así, echada a perder. Ni me molesté en llegar a lo que queda del centro histórico, que de todos modos se supone exiguo y sitiado. Un breve paseo por la playa, un par de fotografías, vuelta al coche y rumbo a Tirana. Me hacía ilusión asomarme al Mediterráneo (o al Adriático, como se quiera), pero me venció el espanto.



El mar, en Durres.


La tierra, en Durres.

Autopista (más o menos) a Tirana. Un par de vueltas de reconocimiento por el centro, y a buscar un hotel antes de que anochezca y sea más difícil. Encuentro uno razonable (el país es considerablemente más barato que España). Aparco delante de la policía. El conserje, con su traje blanco y corbata gris, me atiende desde un palmo por debajo de mí, en el suelo rebajado de detrás del mostrador. Negocio el precio con ventaja psicológica y táctica. Me instalo y me voy a pasear y a comprar algo para cenar en la habitación.

Desayuno solo en el hotel (19.05.12) y, visto que está todo bueno, me hago un par de bocadillos para luego. Los escamoteo por delante de la gobernanta, que no sé si los aprobaría. A ver la capital. Hay que decir que Tirana vive secuestrada por el tráfico. Si en el resto de los Balcanes los pasos cebra eran poco respetados, aquí son ignorados por completo. Al volante se puede aguantar, entre bocinazos y maniobras repentinas; como peatón, es un tormento. La agresividad de los conductores es extrema, y lo dice alguien avezado en cruzar por cualquier parte. Tampoco es que vayan despacio y se pueda uno colar entre medias sin mayor peligro. No, cuanto más rápido mejor, si puede ser haciendo ruido, macarreando, y con coches grandes y caros, aunque no haya dos kilómetros seguidos de carretera decente en todo el país. La caída del comunismo trajo muchas oportunidades turbias para los desaprensivos, y abundan los gallitos poligoneros con cochazo negro y altavoces desaforados.

Tirana carece de monumentos reseñables. Empero, el centro no es feo, con una gran plaza en torno a la estatua de Skanderberg, héroe nacional de las guerras contra los turcos, que cierran una mezquita antigua, algunos museos, la ópera, y edificios gubernativos. Una gran avenida, flanqueada por parques y grandes árboles sale de un extremo y recorre un kilómetro hasta el museo arqueológico, donde termina.


 La plaza de Skanderberg, el centro.


Skanderberg, rival en fiereza de los héroes húngaros.


Un pilluelo me ofreció retratarme con mi cámara ante el héroe. No, gracias, no me apetece tener que perseguirte luego.

Siendo pocos, me acerqué escrupulosamente a todos los monumentos. Entré en la Galería Nacional. Faltaban diez minutos para las diez, hora de apertura, y yo era el único visitante. Una exposición temporal estaba ya abierta en una sala secundaria. No tenía ganas de papar moscas diez minutos de pie, sin nada en que distraerme, así que convencí a la señora para que me dejase pasar.

Al rato llegó el resto del personal. Tres mujeres, de las que dos eran madre e hija. Apenas hablaban inglés, por lo que, cuando supieron que era español, la muchacha me habló en español inseguro pero suficiente, que dijo haber aprendido principalmente de las telenovelas. Conversamos un rato. Según Anela, que así se llamaba, las cosas estaban mal, pero mejorando lentamente. Mucha gente emigra, pero ella quería quedarse y contribuir con su esfuerzo. Los sueldos andan por doscientos euros mensuales, claramente insuficientes. Cuando salía, su madre y las compañeras se preparaban un café turco en un hornillo de gas encima del mostrador de la entrada, entre risas y negativas cuando les pedí fotografiarlas.

Tuve el museo para mí solo, y aproveché para tomar algunas fotografías. Salvo una sala más antigua, con motivos rurales y costumbristas, las restantes estaban dedicadas por completo a la época comunista: el hombre nuevo y todo eso, me pareció.


"La proclamación de la república".


Ni idea, pero lo vi reproducido en varios sitios.


 "El partisano".


También las mujeres contaban, claro.

Me despedí de Anela, su señora madre y demás amigas, y seguí la excursión. Subí a un rascacielos con terraza panorámica, donde con un café y un croissant eché un vistazo detenido alrededor.


 La pirámide diseñada por la hija y el yerno del tirano, ahora ya en ruinas.


 La plaza de Skanderberg al fondo,
con el Museo de Historia a la izquierda y la ópera a la derecha.


  Tirana desde lo alto.


Completé el paseo y entré en el Museo Histórico Nacional. Había algunas piezas curiosas y explicaciones en inglés sobre la evolución del país, muy interesante, pero lo mejor es sin duda el mosaico de la fachada.


 Hasta la victoria siempre y a través de los siglos.


Monumento al partisano.


De Tirana quería regresar a Skopje de una tirada. Para visitar a Leticia y Marwan en Beirut, tras mucho indagar, me convencí de que lo único viable era tomar un avión vía Estambul desde Macedonia. Así que hacia el mediodía empecé el viaje. No sin antes saltarme un semáforo en rojo, por inadvertencia en el campo de Agramante del tráfico albanés, como afortunadamente comprendió el policia que me llamó la atención a voces. Tenía que desandar gran parte de lo recorrido, pasando de nuevo por Elbasan, hasta el lago Ohrid, pero para acabar de bordearlo esta vez por el noroeste.

Albania es muy montañosa y bonita. Seguí el viaje sin mapa, pero conocedor de las escasas y obligadas carreteras que debía recorrer. En las montañas cercanas a Elbasán había un montón de vendedores de cerezas en la carretera. El riesgo de acabar con un montón de ellas estampadas en el parabrisas era desdeñable, pero no el de estrellarse con los coches que, sin mediar aviso, se paraban en medio de la calzada, ya estrecha de por sí, para comprar algunas. Disfrutando de buen tiempo por primera vez en días, paré para almorzar con los bocadillos cedidos por el hotel, y echarme una pequeña siesta a la sombra de un olivo.


Paisaje por el camino.


 Vista de Elbasan, en el centro del país.


No tardé ya mucho en llegar a la frontera, en el lago Ohrid de nuevo. Al poco de atravesarla, sin incidentes dignos de relato, cogí en autostop a una policía que, según me explicó, era la jefa del destacamento fronterizo. Patrullan en todoterrenos, y una de sus responsabilidades es evitar la inmigración ilegal y el contrabando. Según me explicó, alternan temporadas tranquilas con otras agitadas. La dejé en su pueblo y me fui a estirar las piernas junto al lago, antes de continuar hasta Skopje por las carreteras macedonias, modestas pero razonablemente buenas; un gran alivio.


 En el lago Ohrid, de nuevo.


Llegué tarde y no quise ya molestar a Jana y Ljupco. Pasé la noche en un hotelito en el centro. Bajé a las terrazas para comprobar, mientras tomaba una ensalada, que efectivamente el partido de balón cautivo de Berat había sido mucho más interesante que la final de la copa de Europa, y me fui a dormir.

La visita a Albania había colmado otra de mis aspiraciones. El deplorable estado de las carreteras y la inexistencia de alternativas útiles de transporte me impidieron ver más (y son un problema real para el país, no ya para los turistas), cierto como es que tampoco me dejé mucho tiempo para ello. Creo que tanto en Albania como en el resto de los Balcanes, una visita con coche propio y bien organizada a los parques nacionales daría la medida real de su interés y belleza, y aunque eso tenga que esperar, será la excusa perfecta para volver algún día.

Al día siguiente había de tomar el avión a Beirut.

Abrazos para todos.

3 comentarios:

  1. Me propongo no saltarme una sola entrega, así que aquí doy fe de ello. Un abrazo

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  2. Es hora de decirlo, es que solo te has llevado unos pantalones y una camiseta? marrano! cambiáte de ropa.....

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