lunes, 4 de junio de 2012

XI. Líbano (y ii).

Queridos lectores:

Lo primero hoy es agradecer los mensajes (en el blog y por correo electrónico) que recibo de vosotros. Ya lo he dicho antes, pero es justo que reitere las gracias, pues me hacen mucha ilusión y mucha compañía. Perdonad que no los responda individualmente, pero ya es muy trabajoso mantener el blog al día (cosa que obviamente no consigo). De nuevo muchas gracias, muchos besos para las señoras y señoritas y muchos abrazos para los caballeros.

Estuve cinco estupendos y brevísimos días con Leticia y Marwan, disfrutando de tener casa en un lugar tan exótico, y disfrutando mucho más, por supuesto, de su compañía y afecto, que fue mucho, muy bienvenido y muy aprovechado.

Los dos primeros días me contenté con pasear por Beirut siguiendo sus detalladas indicaciones; pasé las tardes en casa, acompañado por o acompañando a Leticia cuando Marwan estaba en el trabajo (Leticia también trabaja, y mucho, pero desde casa), o dando la tabarra a ambos cuando no. Aproveché para adelantar el blog y, sobre todo, para planear la continuación del viaje, pues Beirut era la meta hasta entonces.


Beirut me resultó muy interesante, sorprendente y alejada de los prejuicios que su asidua presencia en las noticias me había creado. Para empezar, todo está concentrado en poco terreno y sin apenas espacios públicos (las plazas peatonales y las zonas verdes se cuentan con los dedos de una mano). Hay pocos árboles y mucho tráfico, bastante caótico. No van muy rápidos, pero tocan el claxon a cada rato y cruzar la calle es una aventura (aunque no una temeridad como en Albania). La mayor parte del Beirut que ví es de corte occidental, de hecho se ve bastante europea aunque bien mezclada con cosas árabes, lo cual da un resultado peculiar. A las afueras se ven los asentamientos árabes, algunos de orien irregular pero que conforman barrios en toda regla.

Existe una zona nueva, ganada al mar al norte de la ciudad, en la que están construyendo grandes rascacielos de máximo lujo. Máximo es superlativo. Tan lujosos como los que más en cualquier otra parte del mundo, sin duda. Abundan también los cochazos caros, o carísimos, en el puerto deportivo sólo atracan  grandes yates y desde luego hacer ostentación de riqueza, el que la tenga, parece muy del gusto de los beirutíes. En general hay obras por todas partes, aunque cuesta imaginar dónde pueden caber más construcciones en un lugar tan abarrotado.



El centro nuevo.



El centro viejo (termas romanas).


Destacan los pocos edificios que quedan en ruinas, resto de las guerras (la última en los años noventa del siglo pasado). Impresiona pensar que cada uno de los mil boquetes de la pared es un tiro real que buscaba matar a alguien, y no un mero accidente. Sin embargo, fuera de estas pocas casas agujereadas, por níngún lado pude apreciar rastros de la guerra. Más bien lo contrario: la ciudad es muy vital, con muchísima actividad, todo el mundo va y viene, hay montones de comercios de todo tipo, bares y restaurantes para todos los gustos y bolsillos, etc. No hay transporte público apenas, por lo que es preciso moverse en taxi, pero es asequible. Y poco francés se habla ya en la excolonia: el inglés es también aquí la lengua franca para los extranjeros.




Lo que queda del Holiday Inn ...


... y de otro edificio en la antigua línea de separación.


Uno de esas tardes salimos a ver el atardecer en el mar, y por el camino Marwan y Leticia me mostraron otros barrios. La sensación podía ser, casi en todo, de estar en alguna capital de provincias española. Llegamos tarde a la puesta del sol (culpa del trabajo), pero la "corniche," el paseo que bordea la costa, tiene lugares agradables en los que tomarse una cerveza antes de cenar, muy bien, en un restaurante típico.


 Calle de carácter tradicional, según un cartel oficial.



 Las rocas de Raouché, al atardecer tardío.



 ¡Que repitan el atardecer, que se nos ha hecho tarde!


Había querido visitar los míticos y escasísimos cedros del Líbano, árboles centenarios que se encuentran al norte del país, pero no fue posible, así que dediqué otra mañana a visitar el Museo Nacional (con permiso de unos quinientos colegiales uniformados que se suponía habían venido a lo mismo), a recorrer otros barrios siguiendo la antigua línea que, en la guerra, separaba Beiurt este de Beirut oeste, y a estar tranquilamente en casa, haciendo hogar.


En el Museo Nacional. 
Son muy antiguas, pero que mucho.



La corniche.



La salida de emergencia de la corniche.


Con la ayuda de Marwan, al tercer día me fui con una excursión organizada al noreste. Pasamos las montañas para bajar al fértil valle de la Bekaa, donde lo primero que visitamos fueron las ruinas de la ciudad omeya de Anjar, del S. VIII. Es curioso ver una ciudad árabe que sigue el plano de una romana, con cardus y decumanus maximus como vías definitorias. El yacimiento arqueológico es ahora también una reserva de pájaros, con un pequeño bosque, y aunque las ruinas no se alzan mucho del suelo, el lugar resulta muy interesante.



El valle de la Bekaa.


Arcos árabes sobre planificación romana.


La siguiente parada era el destino principal de la excursión: las ruinas romanas de Baalbek. Según la guía que nos informaba primero en inglés y luego en francés, dos de sus tres templos son los más grandes, o los mejor conservados del mundo romano, pero "conservados en tanto que ruinas" (sic). Siempre hay categorías singulares en la que uno puede ser el más de lo más.


El templo de Baco.


 Las columnas del templo de Júpiter tienen más de veinte metros de fuste.

 
Los señores arquitectos en el negocio.


Y en el ocio.

Uno de los trabajos de Leticia y Marwan es la restauración de un palacete en la medina de Saida, antigua Sidón fenicia. Es una casona muy grande y con una distribución muy peculiar, que incluye grandes almacenes abovedados en el sótano. Allí fuimos al día siguiente. Yo visité la ciudad mientras los señores arquitectos cumplían su cometido midiendo, planeando y fotografiando.


 La medina.
Sigue siendo el centro comercial de la ciudad.

 
 El antiguo caravasar.


El castillo del mar.


Comimos en un espléndido restaurante, junto al mar. Hacía mucho calor y se agradecía la brisa. Tras la comida, cada cual a sus quehaceres: Leticia y Marwan al palacete a trabajar, y yo a dormir la siesta al sol. Qué se le va a hacer.

Marwan con su utillaje.


En el primer sofá de la derecha me dediqué
a las labores propias de mi condición de vacante.


Mi último día en Beirut empezó con una heroica carrera hasta la corniche y vuelta, bajo el fuerte sol, esquivando coches y tíos luciendo torso musculado por el paseo. El resto de la mañana se fue en preparativos varios; luego comimos juntos los tres y, tras despedirnos muy cariñosamente, al aeropuerto. Si no fuera por Leticia y Marwan no creo que hubiese pensado ir a Beirut, sinceramente, pero me alegro mucho de haberlos visitado. La ciudad y lo que ví del país me resultó muy interesante, y me demostró por enésima vez que, por lo general, conocer las cosas de primera mano (y no me refiero sólo a viajar) amplía las ideas y sirve para corregir muchos errores. Estar con ellos en casa fue un gran descanso. Llegar a Beirut me sirvió además de excusa para acercarme a otro lugar que, desde hace mucho, quería conocer: Jordania. Pero de Jordania no toca hablar aún. 

Abrazos para todos.

8 comentarios:

  1. Ja, hoy pongo el comentario antes de leer el post, sólo para fastidiar a Carlos, ja ja ja.

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  2. Aquí me tienes, siempre el primero. Estamos en pleno bullicio del "diamond jubilee" de la reina. Eso sí, pasado por agua y de qué manera. Mi amiga Eglise, la soprano cubana, cantó un recital en Beirut hace tres meses y le gustó mucho. Lo pasaron bien y las trataron de maravilla. Un abrazo

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  3. ¿¿¿Siempre el primero??? Not this time, my friend...

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. No os peleéis...fernan se ha cambiado de camiseta y Beirut huele mejor....tiene que ser una ciudad muy interesante. Maruja Torres estaba enamorada de Beirut y vivió allí bastante tiempo, o vive. Las estatuas son como unas que vi en Ankara, muy parecidas. Deseando leer tus impresiones de Jordania, país que me gusta mucho mucho.

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  6. pues me ganaste por un minuto! cuando escribí el comentario todavía no había llegado el tuyo, malvada

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  7. Fernando, se descuida uno un poco y pasas de los Balcanes a Beirut con soltura envidiable, así como con la impunidad propia del turista avezado que sólo habla español y se niega a pagar multas.

    Estoy de acuerdo con Carlos, es un placer leer tus crónicas, empapadas de tu saber enciclopédico. No sólo cuenta esto, sino tu interés por todo y la alegría con la que relatas tus peripecias. Realmente es una diversión incomparable esto de leer tu blog.

    ¿Qué puede uno comentar aquí para aportar algo a tus historietas, algo que no se te haya ocurrido escribir? yo qué sé... ¿sabes que al silicio se le contamina con arsenio para convertirlo en semiconductor? Chúpate esa mandarina.

    Me he leído las crónicas desde Bulgaria a Beirut de una tirada. A ver si no se me escapan las siguientes entregas.

    Un fuerte abrazo

    Fran

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  8. Fernando en Benidorm! vaya vaya;-) por cierto, pon un gadget de esos para poder suscribirte por e-mail, que a la que me despisto me pierdo dos paises.. casi.
    Besos
    Teresa

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