lunes, 16 de julio de 2012

XIV. Irán (vi).

Queridos lectores:

Alí, con su mujer Fereshte y su hija Bejrú, de trece años, viven en un moderno rascacielos proyectado por el propio Alí, que es ingeniero civil. Al igual que pasó con Mohammad, Mabube y Anita, en principio no pensaban acoger a nadie en estos días, pero la oportunidad de recibir a un extranjero de mi edad les resultó atractiva (si luego alguien se sintió decepcionado, no me lo dijo) y cambiaron de opinión.

Alí me presentó a su familia, y luego me presentó mi dormitorio propio, mi cuarto de baño propio, la nevera enorme y repleta de bebidas a mi disposición ("no me avises cuando vayas a servirte alguna bebida, te lo ruego, simplemente cógela") y, cuando me hube duchado y cambiado, el sillón de masaje mecánico. Me dió la risa cuando me senté en él, y contagié a Alí explicándole que era lo último que esperaba. Sea pues el masaje.

Bejrú estaba un tanto agobiada porque al día siguiente (los niños tienen vacaciones de verano semejantes a las nuestras) se examinaba en dos colegios distintos para ver si la admitían en sus programas de enseñanza para alumnos aventajados. Era su propia decisión, y parecía tomárselo con una seriedad impropia de su edad.

Cenamos algo en la terraza tras esperar a que el vecino, abajo, acabase la oración multitudinaria que con altavoces acostumbra celebrar los jueves en su jardín, y charlamos sin salir de casa. Alí proviene de una familia de industriales y, aunque ahora se puede centrar en su trabajo de ingeniero, tras el fallecimiento de su padre hace algunos años ha estado ocupado con la industria textil que aquél creó. Su hermano pequeño, Mohammad, que está terminando estudios específicos, le tomará el relevo en breve.

Alí tenía especial interés en conocer mi idea sobre el sentido de la vida (el que cada cual quiera darle, ¿no?), y otras cuestiones filosóficas de las que le dí razón como mejor supe. En los días posteriores sabría algo más sobre este interés suyo.

Cada miembro de la familia tiene su propio portátil, aunque en vez de aislarse con él en habitaciones separadas comparten el salón, con lo que mantienen un cierto ambiente común. Mi portátil era el cuarto. Lo primero que hizo Alí fue instalarme un programa que elude la censura de internet del gobierno. Como implantó sus claves, me servirá, según él, también en China, y al menos mientras él mantenga la suscripción.

A este respecto aclaro que Pablo tuvo la bondad de editar la crónica que le envié días atrás con texto y fotografías separadas. Se lo agradezco mucho. Si resultó molesta la censura para un mero turista que sólo pretende narrar sus vacaciones a los amigos, cuán insufrible no será para quienes soportan todos los días las coacciones de la dictadura.

Alí y su familia también la deploran. Quizá en un grado intermedio entre la acendrada conciencia política de Majid, Hassan, Rusbeh y sus amigos, y la perentoria necesidad de atender a su familia de Mohammad y Mabube. Alí, hombre práctico y muy minucioso, lamenta el atraso que, en todos los sentidos, implica el Régimen; y las dificultades que entraña para el comercio, los viajes, y el progreso en general.

Puesto que al día siguiente era viernes, el día de fiesta semanal de los iraníes (¡y en Albania ya sólo un lamento del pasado!), los hermanos de Alí, Fátima (Fahtehmeh, o por el estilo, más bien) y Mohammad, se habían presentado voluntarios para enseñarme la ciudad.

Ambos comparecieron temprano por la mañana (22.06.12). Fátima, la mediana de los tres, es bióloga y profesora de genética en un centro privado de postgrado. Una de sus quejas, según me dijo un divertido Alí, es que por ser una materia en la que la palabra sexo es asidua, la mayoría de las páginas de genética en internet están censuradas por los religiosos iraníes. Siempre se puede empeorar lo que parece pésimo. Mohammad, como ya he dicho, está terminando sus estudios para dirigir la empresa textil de la familia.

El orden del día había sido cuidadosamente trazado por Alí y Fátima, a cual más metódico. Descubrí que Fátima incluso se había tomado la molestia de anotar los datos principales de cada monumento, además de traerse varios libros de consulta, incluyendo una guía de pájaros porque supo de mi afición a la ornitología. Quedé muy impresionado (también cuando me confesó que le costaba distinguir los sexos de los gorriones comunes; intenté ayudarla, pero creo que no quedó muy convencida).

Sé que para casi todo el mundo que ha desfilado en estas crónicas sólo he tenido buenas palabras, sé que puede parecer artificioso, o un exceso de benevolencia o de tontería por mi parte, pero es estrictamente cierto y, hasta donde se me alcanza, objetivamente justo. Fátima y Mohammad fueron óptimos guías: con un extraordinario interés por que yo me lo pasase bien, informados, diligentes, divertidos, inteligentes, educadísimos. Disfruté un montón con ellos, y según me dijo Alí, también ellos lo pasaron muy bien conmigo. Lo cual es siempre una alegría.

Fátima y Mohammad, ante la catedral armenia.

Más sobre el velo y el papel de la mujer en la república islámica: cuando le dije a Fátima que llegar a Irán y que todas las mujeres tuviesen que llevar velo había sido un shock para mí, me respondió de inmediato: "créeme, el velo es un shock también para mí".

Varios de los principales monumentos de Isfahán, de la que un poeta dijo que era la mitad del mundo, son puentes. Lamentablemente y debido a la sequía, el río no lleva agua, pero aun así los puentes son realmente originales. Además de tres de ellos vimos unos baños públicos antiguos, la catedral ortodoxa armenia, las ruinas de un antiguo templo zoroástrico en lo alto de un cerro a las afueras, comimos en un restaurante típico y de lujo (no me dejaron pagar, como de costumbre en Irán), vimos los minaretes que se mueven y un palomar clásico. Los hermanos se reían mucho por lo bajo al principio: la razón que luego confesaron es que, salvo los puentes, no conocían ninguno de los monumentos. Hicimos muchas bromas con eso.



Vista parcial de Isfahán desde las ruinas del templo zoroástrico.


Los minaretes que se mueven merecen mención aparte. Son dos torrecillas en la fachada de un  santuario, en el interior de una de los cuales se acomoda un hombre que sacude la estructura con vehemencia. El minarete, que tiene una campanilla en el exterior como testigo, se mueve con sus espasmos, y por comunicación de la fachada, también el otro. El espectáculo, con un horario estricto, concita la atención de mucha gente que paga entrada. A Fátima, Mohammad y un servidor nos pareció muy rídiculo, y nos reímos a placer. Cuando por la noche comenté inocentemente con Alí que me recordaba a King Kong en el Empire State Building, todos se partieron de risa. Se supone que, igual que el de Javaná, están pensados para resistir los seísmos de la zona pero, en tanto que ingeniero, Alí era de la opinión de que cualquier día se quebrarían con el hombre mono dentro.

Los minaretes que tiemblan.


Tras un descanso, salimos por la noche con la familia de Fereshte, y con Fátima, a cenar en un parque. Querían llevarme a uno al pie de una colina, pero había tal atasco y tantísima gente que tuvimos que desistir tras un largo rato dando vueltas con el coche. Acabamos en otro, junto a uno de los puentes. Manteles sobre el césped, suculenta cena (Alí incluso había llevado una silla plegable como deferencia para mí, que rechacé educadamente), algo de conversación con el padre de Fereshte, también ingeniero que había viajado por el mundo en mejores tiempos, paseíto por el puente iluminado, y a casa a dormir.
Puesto que me iba a faltar tiempo para ver todos los monumentos importantes de Isfahan en medio día, les había pedido a Alí y Fereshte que me dejasen estar con ellos una noche más, a lo que ambos accedieron encantados. Mi guía para el día siguiente (23.06.12), de nuevo voluntaria y sin que yo hubiese tenido siquiera que decir nada, iba a ser una amiga de Fereshte, Asade (Libertad).

Fátima en el discoascensor de casa de su hermano.
Cambian las músicas anualmente.




Tía y sobrina: Fátima y Bejrú.

Asade es informática en paro por falta de ofertas aceptables. El sueldo que le ofrecen es de unos cien euros mensuales, por trabajos poco interesantes y sin que eso le baste para vivir por sus medios.  Antes prefiere dedicarse a otras cosas mientras vive con sus padres. Si Fátima y Mohammad habían sido estupendos, Asade no lo fue menos. Tan celosa de mi bienestar que hasta discutió el precio con el guía que Alí nos había sugerido tomásemos en la plaza del Imán, en el centro. Intervine para aplacar al guía, que al final resultó ser un hombre muy desenfadado que había tenido una mala noche, y que pronto se disculpó con ambos.

La plaza del Imán.


La plaza del Imán (llamada así ahora en honor al omnipresente Jomeini, aunque los lugareños la mentan por su nombre clásico), es una de las más grandes del mundo. Parece ser que al rey de turno le gustaba el polo (a caballo), y la construyó como estadio ad hoc. De haberle gustado el parchís, es probable que la plaza no hubiese sido tan monumental. Aleluya.

Desde aquí veía los partidos el jefe de todo esto.

El guía y Asade.

El interior de la mezquita principal.

Y desde fuera.


Preparando la oración de la tarde, en la mezquita principal (otra).
 
Combinatoria fotográfica.

Bejrú, Alí y Fereshte en el salón de su casa.


Sé también que a cada rato digo de los monumentos que son extraordinarios, ya ni siquiera menciono si pertenecen al Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La mayoría sí, y con todos los méritos. La plaza y, sobre todo, las mezquitas de su entorno, son también de gran belleza y dignos de fama mundial.

Salvo por la pausa para comer, en otro restaurante típico en el que a duras penas logré que Asade me dejase pagar la mitad (al guía le dimos el mediodía libre), recorrimos juntos los tres, siempre en armonía, los palacios varios, las mezquitas, el mercado, y un café donde nos tomamos un té. Al igual que Fátima y Mohammad, Asade tuvo que admitir divertida que no conocía la mayoría de los monumentos que visitamos. Como muestra de buen humor, el guía pidió a dos chicas que estaban visitando uno de los palacios que posasen con nosotros. Les hizo gracia la idea y nos retratamos en unas cuantas combinaciones de cinco elementos tomados de cuatro en cuatro. Fueron desde luego necesarios dos días bien aprovechados para ver todos los monumentos principales de la ciudad. Menos mal que había cambiado los planes.

Cuando volvimos a casa estábamos derrengados. Tanto que Asade rehusó ir al día siguiente al gimnasio con Fereshte, como le correspondía, aunque sí dijo estar dispuesta para otra tanda de visitas a la ciudad. Lamentablemente no pudo ser, pues yo partía en autobús ya hacía Teherán.

Los maniquíes femeninos han de llevar el "cabello" cubierto ...
 o simplemente no tener "cabello".



Antes, la víspera, tuve una interesantísima conversación con Alí, con quien cené a solas una pizza en casa, mientras Bejrú y Fereshte visitaban a unos parientes.

Alí tiene gran experiencia con la hipnosis, para la que en Irán hay incluso, según me contaba, estudios en la universidad. Pese a mi escepticismo, sus explicaciones, desprovistas de todo atisbo de magia o paranormalidad, me parecieron sensatas y me hicieron ver el hipnotismo como un método basado en asunciones científicas, aunque alguno de sus corolarios me pareció demasiado extremado para compartirlo. Comprendí ahora su interés por mi opinión sobre la vida, pues él enlazaba con estos temas la conversación del otro día. Hay quien cree en el alma, y quien no.

Regresaron Bejrú y Fereshte, y nosotros acabamos la conversación porque, a falta de partidos de balón cautivo en las inmediaciones (era casi medianoche), íbamos a ver el de la selección española de fútbol, que ganó a alguien.

Abrazos para todos.

2 comentarios:

  1. Qué interesantísimo todo, como siempre. Qué alegría encontrar tanta gente amable por el mundo. Como vengan todos a tu casa te vas a pasar veinte años con invitados...

    Besos.

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  2. Hola Fernando.
    Por fin me he metido en tu blog (mil disculpas por esta tardanza imperdonable). Espero que estés disfrutando de tu viaje tanto como parece. Siento envidia (y además malsana, je, je). Como estoy pssando unos días dee vacaciones en Marbella con mi padre y mis hijos, iré leyéndome tranquilamente tus aventuras y desventuras que, la verdad, tienen muy buena pinta.
    Un fuerte abrazo,
    Juanma /Chiche

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