sábado, 15 de septiembre de 2012

XX. Corea del Sur (ii).

Queridos lectores:

Llovió desde la madrugada (30.08.12) y no paró en todo el día.

Taem había quedado con Robin, un colombiano que quizás fuera alojarse en su casa en unos días, aunque finalmente no lo hizo. Antes me acompañó a sacar dinero en un banco, lo cual nos llevó bastante tiempo porque hubimos de dar con uno que aceptara mis tarjetas, extranjeras aquí aunque pertenezcan a servicios financieros internacionales. Creía yo que en el primer mundo esto sería pan comido, pero parece que no, no llega a tanto.

Quedamos con Robin en la misma cafetería en la que me citó a mi el día anterior. Robin es de trato muy agradable, ha vivido en un montón de ciudades por medio mundo, y está ahora de viaje por Corea antes de ir para la China, de donde importa algunas cosas para un negocio familiar de construcción en Colombia. Tomamos un café los tres juntos, salimos a comprarme un paraguas que falta me hacía, y pasamos por casa de Taem. Ella se fue a trabajar y yo me tomé otro café con Robin antes de despedirme para dar una vuelta por la ciudad.

Robin y Taem, bajo la lluvia.

Aunque el día invitaba a quedarse en casa, decidi afrontar la lluvia y me acerqué al barrio de Insadong, una zona de comercios tradicionales próxima al centro. Al llegar visité también otras antiguas dependencias palaciegas de la zona.

 Las dependencias dichosas...

... habitadas por muñecos.

Insadong.

La zona es peatonal y hay muchas tiendas de artesanía, también de recuerdos sin más para turistas. El peligro es que alguien se confunda y se lleve el paraguas de uno, como le pasó a una señora que salió de una tienda antes que yo. Menos mal que me percaté a tiempo: el paraguas no me habría durado ni un día. Aunque ya habría sido más de lo que aguantó el otro made in China que compramos en Austria: ¡se rompió directamente al abrirlo la primera vez!

Canal recuperado que atraviesa todo el centro de Seúl.

Moby Dick vive en Seúl y está a régimen.

Calle típica.

Cenamos en casa: Taem hizo una pasta muy rica y dimos cuenta de una botella de vino tinto que también estaba muy rico.

Taem es laosiana de nacimiento y origen, y estadounidense de nacionalidad. Siendo muy pequeña salió como refugiada de su país, y acabó recalando en nada menos que un pequeño pueblo de Nebraska. Su familia fue muy valiente y trabajó muy duro para mejorar su situación y poder ofrecerles una mejor vida a sus hijos. Taem espera poder devolverles algo de ese esfuerzo a sus padres algún día. Y ya está en ello, trabajando como profesora de inglés en un país lejano, pero por convicción, aunque ella estudió diseño textil, no enseñanza.

Taem conserva familia en una aldea de Laos a la que ha ido un par de veces. Laos, uno de los últimos cinco países nominalmente comunistas del mundo (la China, Corea del Norte, Cuba, Laos y Vietnam) es muy pobre, y Taem me contaba que cuando ella o sus padres van para allá procuran llevar algo de dinero con el que ayudar. Un dólar puede comprar comida para quince días, me explica. Taem está decidida a no olvidar ni romper el vínculo con su país natal.

También me explicó que los coreanos se toman muy en serio la educación de sus hijos, y son extremadamente competitivos. De hecho los someten a una presión agobiante desde tierna edad. En su academia, por ejemplo, las clases son de dos a diez de la noche, lo que significa que hay chavales que acaban a esas horas la jornada de estudios.

De conversaciones serias pasamos luego a conversaciones menos serias (después de pimplarnos el vino), y de ahí a dormir la mona. Al menos yo, y esta vez no lo presumo, lo constato.



El día siguiente (31.08.12) amaneció soleado y muy caluroso. Me fui temprano a la embajada china a ver si averiguaba algo sobre visados. Y sí, averigué que la sección consular está encomendada a una empresa privada en otra parte de la ciudad, y allí me fui, para averiguar también que, sin ser residente en Corea, no puedo obtener el puñetero visado. Pero en el peor de los casos seguro lo puedes conseguir en Hong Kong, me dijeron. Vale, gracias y adiós. Visado chino 4 (España, Kirguistán, Mongolia, Corea del Sur), un servidor 0.

Lo siguiente en mi agenda era visitar el principal monumento de Seúl: el conjunto palacial de Gyeongbokgung, en el centro de la ciudad.

En un recinto muy extenso y bellamente cuidado, los coreanos han reconstruido una buena parte de los edificios del Palacio Real, destruido por los japoneses. Cada vez que los japoneses venían por aquí se dedicaban a sojuzgar a los coreanos, incluso colonizarlos a principios del S. XX, y de paso les quemaban los templos y palacios con cualquier excusa. Es normal que, generalizando, a los coreanos no les caigan muy bien los nipones.

Nada más entrar pude asistir al cambio de la guardia, hecho a la antigua usanza y muy vistoso aunque estrictamente turístico. Los jardines del recinto son muy agradables y amenos. Es un descanso olvidar en ellos el trasiego del tráfico y la gente que llena las avenidas al otro lado del muro.




Yo creía que se iban a liar a sablazos, pero ...

... todo quedó en un desfile musical.

Hacía mucho calor y había olvidado el sombrero en casa. Reparé en una gorra nueva y obviamente olvidada por algún turista. Esperé unos minutos y, zas, ya tenía sombrero. Mucho mejor.




Así almacenaban la comida.



Pasé la mayor parte del día en el Palacio. Incluso comí en la cafetería del museo histórico que hay ahí.
A la salida me sorprendió un ejército de policías agolpándose en la avenida principal. Y otro ejército de manifestantes que empezaba a reunirse también por la zona. Había una manifestación convocada con motivo de protestas laborales, según me dijeron. De verdad que había montones y montones de policía antidisturbios. Pensé en asistir a un buen espectáculo violento, pero faltaba un buen rato para que comenzase y no encontré ningún lugar desde el que poder verlo a salvo, así que desistí y me fui para casa tras pasear otro poco por el centro.

De casa nos fuimos Taem, una compañera suya y un servidor, a un barrio universitario a saludar a unos amigos. En el barrio de marras los estudiantes y otros jovenzuelos se dedican a emular el botellón ibérico en la calle, por lo que yo me sentí como un anciano antropólogo más que otra cosa. Dedicación que tiene sus riesgos, como cuando un joven atlético decidido a impresionar a las chicas se exhibió dando brincos y giros a santo de nada, y casi le planta una patada en la cara a una de las amigas de Taem. No le faltó ni un palmo y no exagero. Acabada la demostración y tras haber charlado un ratito con los amigos que habíamos venido a ver, muy simpáticos y ya un tanto alegres, Taem y un servidor nos retiramos prudentemente a casa.

Abrazos para todos,

3 comentarios:

  1. Qué bonito el palacio, las vasijas parecen más bien huevos de Alien... ¡Deja de emborracharte por el mundo!

    Besos.

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  2. Sí se te ve muy "contento" con la botella en mano...ejem,ejem

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  3. Qué delgaíno te estás quedando!!!!! Y qué suerte que te encontraste a los payasos de la tele en el palacio! Fofó es coreano! Por cierto, los muñecos habitantes de las dichosas estancias dan un poco de yuyu.

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