lunes, 24 de septiembre de 2012

XX. Corea del Sur (vii).

Queridos lectores:

Cuando iba en el autobús, ya despedido de Ariane que me acompañó hasta la salida, a primerísima hora de la mañana (07.09.12), subió una chica coreana por todas las trazas que, al pasar a mi lado, me llamó por mi nombre y me dijo en perfecto inglés que, de parte de Ariane, me confirmaba dónde debía bajarme para cambiar de ruta. Me quedé estupefacto hasta que me aclaró que era otra profesora de inglés (perdí la cuenta de los profesores) americana pero de origen asiático, amiga de Ariane, a quien ésta había telefoneado sabedora de que coincidiría conmigo. Superada la sorpresa, seguí viaje, cambié de autobús y llegué a la entrada de las cuevas de Hwanseongul y Daegeumgul.

La de Hwanseongul es la segunda más grande de Asia (de las conocidas, claro), con salas enormes y un río de considerable caudal en el interior. Es realmente impresionante, y se recorre por pasarelas que salvan desniveles considerables. Por las pasarelas también suben y bajan luces de neón de colorines que, para mi gusto, la afean considerablemente y desvirtúan su condición natural. Aun con esas, es una cueva muy bella. Y gigantesca.

El trenecillo de cremallera que lleva a la cueva.

La entrada.

 
Zona de breakdance. Clarísimo.



 
Creo que al infierno se entra justamente por ahí.



 



La de Daegeumgul, por el contrario, aparece sin más intervención humana que la imprescindible para recorrerla sin matarse. De más modestas dimensiones, contiene muchas más estalactitas y estalagmitas, y me gustó más. Para preservarla en mejores condiciones (se descubrió ya empezado este siglo), está prohibido fotografiarla.


El entorno de las cuevas.

Molino de agua tradicional.

Toda la mañana pasé bajo tierra, y cuando salí a la luz del mediodía me marché a Samcheok, donde un autobús urbano me habría de llevar en una hora hasta el parque de Haesindang, de nuevo en la costa.

El parque se ubica en una elevación, en un bosquete junto a una cala, muy bonita. Tiene jardines bien cuidados y alberga un interesante Museo del Folklore de los Pescadores. El origen del parque es una leyenda local: una joven que recogía algas en el mar murió ahogada por la marea, su muerte trajo malos tiempos al pueblo, y para aplacar su espíritu los pescadores decidieron hacerle ofrendas: falos.

Efectivamente, el parque contiene una cincuentena de esculturas fálicas de todo tamaño y apariencia. Es muy popular y, aunque para nuestra cultura cristiana de negación sexual pueda resultar chocante, los coreanos se lo toman con más liviandad (y eso que casi la mitad de ellos son también cristianos), incluyendo el amplio grupo de señoras con las que coincidí en el paseo.


Con ella empezó todo.


 






En el museo.


A ver, ¿cómo era esto?

Al regresar a Samcheok a la caída de la tarde, ya no quedaban autobuses que me pudiesen llevar a mi siguiente destino, así que me quedé a pasar la noche tranquilamente en un hotel de esa pequeña ciudad.

Abrazos para todos.

4 comentarios:

  1. ¿Qué te puedo decir? Me estoy recuperando de tus últimas fotos...creo que en Londres no sería muy buen visto.

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  2. Ahí si que se puede decir "este cañón es la polla" y no sería mal hablar...digo yo.
    No se yo que opinaría Freud de todo esto.

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  3. Ja ja, y yo aún digo más, ¡tus fotos son la polla! Tonterías aparte, nunca pensé que Corea diera tanto de sí. ¡No pares, sigue sigue!

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  4. Venga ya! Mala suerte? Espíritus? Lo qué tenían era mucho vicio y esta chica era la feladora oficial del pueblo. Se debía de poner fina con tanto lenguado.

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